miércoles, 26 de enero de 2011

Una vida apasionante


Querido monaguillo:

¿Qué tal la semana? Espero que muy bien, que hayas asistido a la Eucaristía este Domingo y que hayas rezado mucho. ¿Sabes qué fiesta celebramos los cristianos ayer? Pues la conversión del apóstol san Pablo. Sí, el que se cayó del caballo cuando iba a arrestar a unos seguidores de Jesús. Y fíjate tú, tras eso, se hizo una de las piedras fundamentales de la Iglesia (San Pablo dedicó luego su vida a anunciar a Cristo, y escribió varias cartas que están en la Biblia).

¿Por qué te cuento esto? Ya sabes, amigo, que este blog es para ayudarte a ti como monaguillo a hacer lo que Jesús quiere de ti. ¿Por qué no te puede llamar, como a Pablo, a ser su predicador en medio de este mundo? Piénsatelo, y si quieres ya sabes que es tan fácil como acercarte al seminario de tu diócesis e informarte. No pasa nada por entregarte a tu amigo Jesús como sacerdote.

Bueno, monaguillo, hasta la semana que viene. Recuerda ser bueno y entrar siempre que quieras en este blog.

martes, 18 de enero de 2011

Infancia misionera

Hola, monaguillo:

¿Qué tal has pasa do la semana? ¿Te ha ido bien, o has hecho alguna gamberrada? Espero que hayas tenido unos agradables días, y que hayas ayudado un poco a tu cura el Domingo.

Por cierto, este Domingo es tu día, ¡el de la Infancia Misionera! ¿Qué es esto tan raro? Pues es el fin de semana en el que nos acordamos de tod@s l@s niñ@s del Tercer Mundo, ¿y eso que tiene que ver conmigo?, te preguntarás. Esto te incumbe a ti en mucho, puesto que eres tú el que tienes que abrir la hucha y dar un pequeño donativo en la misa del Domingo para l@s niñ@s pobres de esta Tierra.

Un saludo, amigo.



martes, 11 de enero de 2011

Un cuento para comenzar el año

Un discípulo fue donde su maestro y le dijo:

-Maestro, quiero encontrar a Dios.

El maestro sonríe. Y como hacía mucho calor, invitó al joven a acompañarlo a darse un baño en el río. El joven se zambulló, y el maestro hizo otro tanto. Después lo alcanzó y lo agarró, teniéndolo por la fuerza debajo del agua. El joven se debatió por algunos instantes, hasta que el maestro lo dejó volver a la superficie.

Después le pregunta qué cosa había deseado más mientras estaba debajo del agua.

-El aire -respondió el discípulo.

-¿Deseas a Dios de la misma manera? -le pregunta el maestro-. Si lo deseas así, lo encontrarás. Pero si no tienes esta sed ardiente, de nada te servirán tus esfuerzos, tus libros y mis enseñanzas. No podrás encontrar la fe, si no la deseas como el aire para respirar.

(De los Apotegmas de los Padres del desierto)